jueves, 23 de julio de 2009

Teoría 65: Texto "Alguien le dice al tango" de Jorge Luis Borges.

Alguien le dice al tango. Jorge Luis Borges.
Tango que he visto bailar
contra un ocaso amarillo
por quienes eran capaces
de otro baile, el del cuchillo.
Tango de aquel Maldonado
con menos agua que barro,
tango silbado al pasar
desde el pescante del carro.
Despreocupado y zafado,
siempre mirabas de frente.
Tango que fuiste la dicha
de ser hombre y ser valiente.
Tango que fuiste feliz,
como yo también lo he sido,
según me cuenta el recuerdo;
el recuerdo fue el olvido.
Desde ese ayer, ¡cuántas cosas
a los dos nos han pasado!
Las partidas y el pesar
de amar y no ser amado.
Yo habré muerto y seguirás
orillando nuestra vida.
Buenos Aires no te olvida,
tango que fuiste y serás.

Teoría 64: Texto de Los formales y el frío de Mario Benedetti

Quién iba a prever que el amor, ese informal
se dedicara a ellos tan formales

mientras almorzaban por primera vez
ella muy lenta y él no tanto
y hablaban con sospechosa objetividad
de grandes temas en dos volúmenes
su sonrisa, la de ella,
era como un augurio o una fábula
su mirada, la de él, tomaba nota
de cómo eran sus ojos, los de ella,
pero sus palabras, las de él,
no se enteraban de esa dulce encuesta

como siempre o como casi siempre
la política condujo a la cultura
así que por la noche concurrieron al teatro
sin tocarse una uña o un ojal
ni siquiera una hebilla o una manga
y como a la salida hacía bastante frío
y ella no tenía medias
sólo sandalias por las que asomaban
unos dedos muy blancos e indefensos
fue preciso meterse en un boliche

y ya que el mozo demoraba tanto
ellos optaron por la confidencia
extra seca y sin hielo por favor
cuando llegaron a su casa, la de ella,
ya el frío estaba en sus labios ,los de él,
de modo que ella fábula y augurio
le dio refugio y café instantáneos

una hora apenas de biografía y nostalgias
hasta que al fin sobrevino un silencio
como se sabe en estos casos es bravo
decir algo que realmente no sobre

él probó sólo falta que me quede a dormir
y ella probó por qué no te quedas
y él no me lo digas dos veces
y ella bueno por qué no te quedas
de manera que él se quedó en principio
a besar sin usura sus pies fríos, los de ella,
después ella besó sus labios, los de él,
que a esa altura ya no estaban tan fríos
y sucesivamente así
mientras los grandes temas
dormían el sueño que ellos no durmieron.

TEoría 63: Texto de Los mareado de Enrique Cadícamo.

Rara...
como encendida
te hallé bebiendo
linda y fatal...
Bebías
y en el fragor del champán,
loca, reías por no llorar...
Pena
me dio encontrarte
pues al mirarte
yo vi brillar
tus ojos
con un eléctrico ardor,
tus bellos ojos que tanto adoré...
Esta noche, amiga mía,
el alcohol nos ha embriagado...
¡Qué me importa que se rían
y nos llamen los mareados!...
Cada cual tiene sus penas
y nosotros las tenemos...
Esta noche beberemos
porque ya no volveremos
a vernos más...
Hoy vas a entrar en mi pasado,
en el pasado de mi vida...
Tres cosas lleva mi alma herida:
amor...pesar...dolor...
Hoy vas a entrar en mi pasado
y hoy nuevas sendas tomaremos...
¡Qué grande ha sido nuestro amor!...
Y, sin embargo, ¡ay!,
mirá lo que quedó...
Anclao en París. Juan Gelman.

Al que extraño es al viejo león del zoo,
siempre tomábamos café en el Bois de Boulogne,
me contaba sus aventuras en Rhodesia del Sur
pero mentía, era evidente que nunca se había movido
del Sahara.

De todos modos me encantaba su elegancia,
su manera de encogerse de hombros ante las
pequeñeces de la vida,
miraba a los franceses por la ventana del café
y decía "los idiotas hacen hijos".

Los dos o tres cazadores ingleses que se había
comido
le provocaban malos recuerdos y aun melancolía,
"las cosas que uno hace para vivir" reflexionaba
mirándose la melena en el espejo del café.

Sí, lo extraño mucho,
nunca pagaba la consumición,
pero indicaba la propina a dejar
y los mozos lo saludaban con especial deferencia.

Nos despedíamos a la orilla del crepúsculo,
él regresaba a son bureau, como decía,
no sin antes advertirme con una pata en mi
hombro
"ten cuidado, hijo mío, con el París nocturno".

Lo extraño mucho verdaderamente,
sus ojos se llenaban a veces de desierto
pero sabía callar como un hermano
cuando emocionado, emocionado,
yo le hablaba de Garlitos Gardel.

Teoría 62: Texto de Prendimiento de Antoñito el Camborio en el camino a Sevilla de Federico García Lorca.

A Margarita Xirgu
Antonio Torres Heredia,
hijo y nieto de Camborios,
con una vara de mimbre
va a Sevilla a ver los toros.

Moreno de verde luna,
anda despacio y garboso.
Sus empavonados bucles
le brillan entre los ojos.
A la mitad del camino
cortó limones redondos,
y los fue tirando al agua
hasta que la puso de oro.
Y a la mitad del camino,
bajo las ramas de un olmo,
guardia civil caminera
lo llevó codo con codo.

El día se va despacio,
la tarde colgada a un hombro,
dando una larga torera
sobre el mar y los arroyos.
Las aceitunas aguardan
la noche de Capricornio,
y una corta brisa, ecuestre,
salta los montes de plomo.
Antonio Torres Heredia,
hijo y nieto de Camborios,
viene sin vara de mimbre
entre los cinco tricornios.

-Antonio, ¿quién eres tú?
Si te llamaras Camborio,
hubieras hecho una fuente
de sangre con cinco chorros.
Ni tú eres hijo de nadie,
ni legítimo Camborio.
¡Se acabaron los gitanos
que iban por el monte solos!
Están los viejos cuchillos
tiritando bajo el polvo.

A las nueve de la noche
lo llevan al calabozo,
mientras los guardias civiles
beben limonada todos.
Ya las nueve de la noche
le cierran el calabozo,
mientras el cielo reluce
como la grupa de un potro.

Teoría 61: Texto “Espantos de agosto” Cuento de Gabriel García Márquez

Llegamos a Arezzo un poco antes del medio día, y perdimos más de dos horas buscando el castillo renacentista que el escritor venezolano Miguel Otero Silva había comprado en aquel recodo idílico de la campiña toscana. Era un domingo de principios de agosto, ardiente y bullicioso, y no era fácil encontrar a alguien que supiera algo en las calles abarrotadas de turistas. Al cabo de muchas tentativas inútiles volvimos al automóvil, abandonamos la ciudad por un sendero de cipreses sin indicaciones viales, y una vieja pastora de gansos nos indicó con precisión dónde estaba el castillo. Antes de despedirse nos preguntó si pensábamos dormir allí, y le contestamos, como lo teníamos previsto, que sólo íbamos a almorzar.
-Menos mal -dijo ella- porque en esa casa espantan.
Mi esposa y yo, que no creemos en aparecidos del medio día, nos burlamos de su credulidad. Pero nuestros dos hijos, de nueve y siete años, se pusieron dichosos con la idea de conocer un fantasma de cuerpo presente.
Miguel Otero Silva, que además de buen escritor era un anfitrión espléndido y un comedor refinado, nos esperaba con un almuerzo de nunca olvidar. Como se nos había hecho tarde no tuvimos tiempo de conocer el interior del castillo antes de sentarnos a la mesa, pero su aspecto desde fuera no tenía nada de pavoroso, y cualquier inquietud se disipaba con la visión completa de la ciudad desde la terraza florida donde estábamos almorzando. Era difícil creer que en aquella colina de casas encaramadas, donde apenas cabían noventa mil personas, hubieran nacido tantos hombres de genio perdurable. Sin embargo, Miguel Otero Silva nos dijo con su humor caribe que ninguno de tantos era el más insigne de Arezzo.
-El más grande -sentenció- fue Ludovico.
Así, sin apellidos: Ludovico, el gran señor de las artes y de la guerra, que había construido aquel castillo de su desgracia, y de quien Miguel nos habló durante todo el almuerzo. Nos habló de su poder inmenso, de su amor contrariado y de su muerte espantosa. Nos contó cómo fue que en un instante de locura del corazón había apuñalado a su dama en el lecho donde acababan de amarse, y luego azuzó contra sí mismo a sus feroces perros de guerra que lo despedazaron a dentelladas. Nos aseguró, muy en serio, que a partir de la media noche el espectro de Ludovico deambulaba por la casa en tinieblas tratando de conseguir el sosiego en su purgatorio de amor.
El castillo, en realidad, era inmenso y sombrío. Pero a pleno día, con el estómago lleno y el corazón contento, el relato de Miguel no podía parecer sino una broma como tantas otras suyas para entretener a sus invitados. Los ochenta y dos cuartos que recorrimos sin asombro después de la siesta, habían padecido toda clase de mudanzas de sus dueños sucesivos. Miguel había restaurado por completo la planta baja y se había hecho construir un dormitorio moderno con suelos de mármol e instalaciones para sauna y cultura física, y la terraza de flores intensas donde habíamos almorzado. La segunda planta, que había sido la más usada en el curso de los siglos, era una sucesión de cuartos sin ningún carácter, con muebles de diferentes épocas abandonados a su suerte. Pero en la última se conservaba una habitación intacta por donde el tiempo se había olvidado de pasar. Era el dormitorio de Ludovico.
Fue un instante mágico. Allí estaba la cama de cortinas bordadas con hilos de oro, y el sobrecama de prodigios de pasamanería todavía acartonado por la sangre seca de la amante sacrificada. Estaba la chimenea con las cenizas heladas y el último leño convertido en piedra, el armario con sus armas bien cebadas, y el retrato al óleo del caballero pensativo en un marco de oro, pintado por alguno de los maestros florentinos que no tuvieron la fortuna de sobrevivir a su tiempo. Sin embargo, lo que más me impresionó fue el olor de fresas recientes que permanecía estancado sin explicación posible en el ámbito del dormitorio.
Los días del verano son largos y parsimoniosos en la Toscana, y el horizonte se mantiene en su sitio hasta las nueve de la noche. Cuando terminamos de conocer el castillo eran más de las cinco, pero Miguel insistió en llevarnos a ver los frescos de Piero della Francesca en la Iglesia de San Francisco, luego nos tomamos un café bien conversado bajo las pérgolas de la plaza, y cuando regresamos para recoger las maletas encontramos la cena servida. De modo que nos quedamos a cenar.
Mientras lo hacíamos, bajo un cielo malva con una sola estrella, los niños prendieron unas antorchas en la cocina, y se fueron a explorar las tinieblas en los pisos altos. Desde la mesa oíamos sus galopes de caballos cerreros por las escaleras, los lamentos de las puertas, los gritos felices llamando a Ludovico en los cuartos tenebrosos. Fue a ellos a quienes se les ocurrió la mala idea de quedarnos a dormir. Miguel Otero Silva los apoyó encantado, y nosotros no tuvimos el valor civil de decirles que no.
Al contrario de lo que yo temía, dormimos muy bien, mi esposa y yo en un dormitorio de la planta baja y mis hijos en el cuarto contiguo. Ambos habían sido modernizados y no tenían nada de tenebrosos. Mientras trataba de conseguir el sueño conté los doce toques insomnes del reloj de péndulo de la sala, y me acordé de la advertencia pavorosa de la pastora de gansos. Pero estábamos tan cansados que nos dormimos muy pronto, en un sueño denso y continuo, y desperté después de las siete con un sol espléndido entre las enredaderas de la ventana. A mi lado, mi esposa navegaba en el mar apacible de los inocentes. "Qué tontería -me dije-, que alguien siga creyendo en fantasmas por estos tiempos". Sólo entonces me estremeció el olor de fresas recién cortadas, y vi la chimenea con las cenizas frías y el último leño convertido en piedra, y el retrato del caballero triste que nos miraba desde tres siglos antes en el marco de oro. Pues no estábamos en la alcoba de la planta baja donde nos habíamos acostado la noche anterior, sino en el dormitorio de Ludovico, bajo la cornisa y las cortinas polvorientas y las sábanas empapadas de sangre todavía caliente de su cama maldita.

ARGUMENTO: “Espantos de Agosto”
Una familia va a una región de Italia a visitar a un escritor a su casa. Cuando llegan al pueblo, no encuentran la casa y le preguntan a varias personas, hasta que una señora les dice donde está y que está encantada. Ellos lo toman como una broma, incluso se ríen de la señora por su credulidad, pero los dos niños se alegran por la idea de conocer a un fantasma. Fueron hacia el castillo, donde les esperaba su amigo escritor con el almuerzo preparado. Les contó la historia del hombre que construyó el castillo, que mató a su mujer y después se suicidó. Les dijo que el espíritu aún vagaba por el castillo a medianoche. Después de la comida exploraron el castillo, incluso la habitación del fantasma, que les llamó mucho la atención. Después fueron a la plaza, y tras volver al castillo y cenar, se quedaron a dormir. Se durmieron tranquilos, pero se despertaron en la habitación del fantasma Ludovico, Ella muerta y Él confuso ante lo acontecido.


Gabriel García Márquez:

Escritor colombiano que participó en el llamado “boom” latinoamericano de los años 60. Fue Premio Nóbel de Literatura en 1982. Su narrativa se inscribe en el denominado “realismo mágico” Se destacó por su labor como periodista. Obras: Cien Años de Soledad, El Otoño del Patriarca, Crónica de una Muerte Anunciada, Relato de un Náufrago, Ojos de Perro Azul, y los Funerales de la Mamá Grande, entre otras. Nació en 1927.

Nota: “Realismo Mágico” Movimiento literario hispanoamericano surgido a mediados del siglo XX que introduce elementos fantásticos en una narrativa realista

Examen: Modelo A de 3º año

Evaluación de Lengua y Literatura 3º Año.

1- Analizá sintácticamente:


El ciclo de recitales de cantantes brasileños fue transferido para septiembre y el productor del espectáculo quien realizó el anuncio argumentó problemas económicos que no superará.



Cuando el obrero que ornamentaba el zaguán porteño topó con él, lo dejó aparte porque su presencia intrusa interrumpía su trabajo.


Cuando leí uno de esos libros de ocultismos, supe que el 24 de junio era un día infausto porque es uno de los días del año en que se reúnen las brujas.


2- Discurso directo e indirecto:

- ¿ Has ayudado a cada uno de los integrantes?- me preguntó el hombre.
- No sabe de que se trata el asunto- dijo con tono misterioso.
- Ahora jugaremos nosotros con un elefante al que se le da cuerda – dijo el niño.

3- Argumentación:

Mencioná cada uno de los pasos de la argumentación.
Redactá una breve argumentación bajo el título de “El desarme mundial”.

4- Verbos Irregulares:

Conjugá el verbo “satisfacer” en presente de Ind., Pret. Imp.de Subj.
Conjugá el verbo “querer” en Futuro Imp. De Ind., Pret. Perf. Simple de Ind.

Examen: Modelo A 1º año

Evaluación de lengua 1º año.

1- Caracterizá el género narrativo y enumerá tres características de los cuentos.
2- ¿ En qué se diferencia un cuento fantástico de un cuento de ciencia ficción?
3- Dadas las siguientes estrofas, indicá:
a- Versificación (medir los versos)
b- Tipo y esquema de rima
c- Una metáfora
d- Una personificación
e- Imágenes sensoriales.

Aquella voz apagada Aquella frente desierta,
es una voz encendida aquella frente perdida,
desde que el amor de fuego está mucho menos sola
su fervor le comunica desde que el amor la habita


4- Escribí des palabras esdrújulas, dos graves con tilde y dos agudas sin tilde

5- Transformá los siguientes titulares con estructura bimembre, en unimembre.


a- LA CIUDAD ESTALLA DE TURISTAS EXTRANJEROS.
b- SERRAT CANTARÁ EN EL TEATRO OPERA.

6- Subrayá los verbos del siguiente fragmento, transcribilos e indicá modo y tiempo.

Cuando hubo salido de la habitación, nos reunimos y decidimos que hablaríamos con él. No nos había gustado su actitud cuando abandonó el trabajo por la mitad. Si nos hubiera avisado, habríamos compartido con él la responsabilidad. En el futuro, cuando todo haya pasado, plantearemos claramente las reglas del juego.

7- Las siguientes oraciones están extraídas de distintos cuentos, analizálas sintácticamente.

a- Su esposa, bella y distinguida, parecía felíz.
b- Lo llevó al parque con la motocicleta y le dio indicaciones precisas.
c- Así murió Toñito, con sus ojos abiertos.

8- Clasificá semánticamente las palabras que se transcriben de las oraciones del punto anterior

- Bella………………………………..
- Con…………………………………
- Indicaciones……………………….
- Ojos………………………………..